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polvorones 2021 #1: soy de aquí

Foto del escritor: Daniel ArnaldosDaniel Arnaldos


Ayer quedé para comer en el restaurante aquel que hay al lado del faro de navidad y decidí ir andando. Son algo más de tres kilómetros desde la casa donde pasé mi adolescencia hasta la entrada de la bahía. En menos de cinco minutos ya estaba cruzando la rambla (río que no lleva agua) por el puente de quitapellejos y dejando atrás el tumulto de la ciudad moderna para empezar a andar por la carretera de la Algameca. Si siguiera este camino hasta el final, acabaría en un sitio donde al parecer las casas están construidas al margen de la ley. Una aldea tipo Astérix, para que te hagas una idea. Pues bien, después del puente pasé un monasterio reconvertido en residencia de ancianos y luego un club de suboficiales que me recuerda a las chicas gilmore y su aversión al “country club” donde va el abuelo a jugar al golf (no sé lo que es un suboficial, pero sé que tiene un club donde poder ir a jugar al tenis y con piscina). En seguida llegué al astillero y volví a cruzar el río seco y a partir de ahí es todo montaña a la derecha y mar a la izquierda. En la media hora siguiente solo me crucé con tres coches y cuatro unidades de caminante. Disfruté mucho del paisaje, del contraste entre marrón montaña y azul mar, de ver cómo estaban creciendo las plantas colina arriba. ¿Cómo se llamará este tipo de planta? Me da pena no conocer el nombre de la fauna ni la flora autóctonas. Nota mental: ¿habrá algún libro sobre la flora de la región? Voy pasando por diferentes montañas, cada uno con su fortaleza militar en la cumbre y pienso: ¿cómo se llamará ésta? Es que claro, cada una tiene que tener un nombre diferente, pero yo no me los sé. Me sé bastante bien los nombres de las calles en la ciudad, pero de un monte que se ve desde mi ventana y que es como 1000 veces más grande que cualquier calle, ni idea. Ahora que lo pienso, son colinas más que montañas, ¿no? ¿O montes? ¿Qué diferencia habrá entre una colina de un monte? No tengo ni idea de nada importante.


Todo esto es zona militar. Hay partes que parece que el apocalipsis ya ocurrió, porque tal cual se utilizaron para la guerra ahí siguen. No se han vuelto a tocar y las construcciones son todas del mismo color que la propia montaña. Bien podrían ser ruinas de hace ochenta años u ochocientos. ¿Estaban antes pintadas de algún color, como las estatuas griegas? Nunca lo sabré. A la izquierda hay trabajadores del astillero reparando esos barcos enormes que se utilizan para la guerra, para destruir. Tienen pinta de muy caros. Mucho más que un teatro de ópera. Hay también un submarino viejo en plan desguace total. Me paro a imaginarme dentro de ese submarino. Qué agobio. Si es de alto más o menos como yo, cómo tiene que ser estar debajo del mar dentro de ese cascarón redondo. Menos mal que no tuve que hacer la mili por la patria. Un trauma menos.


Al girar una curva hay un puertecito pesquero y una playa un poco precaria. Ya no estoy seguro de nada. Este puerto: ¿será legal o será también tipo Astérix? Hay unas mini cuevas en la montaña llenas de latas y bolsas de plástico, algunas tienen bancos construidos para estar ahí sentadito a resguardo, imagino que mientras te caen bombas encima y así no te mueres porque la montaña te medio protege. Luego pasé por unas puertas redondas gigantes para entrar dentro de la colina. “Almacenes militares”. A lo mejor podrían servir para guardar una bomba atómica. Pero de eso nunca tuvimos, yo creo. Por fin llego a al restaurante con unos minutos de sobra así que decido seguir hasta el faro a ver qué tal la vista. Mirando atentamente al mar abierto, bien lejos, pensé: por ahí sigues todo recto y llegas a Argelia, si vas en esa dirección te encuentras con Italia y después con Grecia y al final con Turquía, Siria, Israel… Me vino esa frase de abuelo tan estupenda: “no somos nada”. ¿O es “no somos nadie”? Me giro y veo la ciudad dentro de la bahía, su skyline y pienso: yo soy de aquí, pero no de la ciudad, no de Cartagena. Soy de este mar y de estas montañas que estaban aquí mucho antes de que esto se llamara Cartagena, antes de que se llamara Cartago-Nova y antes incluso de que existieran los humanos y sus nombres. De aquí soy yo, pero no de Cartagena.



 
 
 

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